Desde que el pasado sábado viera, en la mejor de las compañías, el Festival de Eurovisión y, más en concreto, ese 'momento histórico', no dudé ni por un instante que hoy Marcando el contrapunto volvería a la carga bajo la bandera de la denuncia y la crítica hacia hechos tan vergonzosos como el acontecido en Oslo. Pero señores, cambio de última hora. ¿Qué, por qué? Porque no me da la gana. Qué mejor razón que ésta. Y es que, muerto el perro, se acabó la rabia. Si querías popularidad, aquí no la encontrarás.
Dicho, y punto.
Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero claro está, en el caso de España, un campo de chinos se nos quedaría corto. Y es que por h o por b siempre terminamos creyéndonos que este año es el nuestro. 'Yes, we can'. Comienzan las votaciones y más de uno no deja de repetir por toda la casa 'Spain: Twelve points'. ¡Qué inocentones somos!
Y claro está, de fondo nuestro querido Uribarri que país a país no nos deja de sorprender con sus acertados marcadores. Y nuestro cabreo, en aumento. ¿Tongo? Bueno, creo que sobran las interrogaciones y es que eso de afinidad cultural a mi me suena a chino. Me suena a chino y me hincha las.... Llegados a este punto, y cuando la victoria española está más que imposible, no falta el espabilado de turno que grita: ¡Lo que tiene que hacer España es salirse de ahí, esto está comprado! ¡Menudo disgusto!
Y así, un año más te ves frente al televisior, con un cabreo de cojones y repitiendo hasta la saciedad, el año que viene ni en broma veo el festival.
Por cierto y como no podía ser menos desde España, un olé por Daniel Diges y su equipo que hizo una muy buena actuación. Y eso que a mi la canción, hasta el sábado, ni fú ni fá.
Archive for mayo 2010
Cambio de última hora
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Category Musica
Yo no soy racista...pero...
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Hoy he decidido dejar la caja imaginaria que tengo por cabeza en casa y el avión aparcado en el garaje, pues ya os he dado mucho la lata con el viaje aquí o allá y lo último que querría es que me abandonáseis por pesada. Además, llevo unos días dándole vueltas a un asunto y quiero compartirlo con todos ustedes. De hecho, es el mejor momento ya que el volcán irlandés, cuyo nombre resulta ser un jeroglífico innombrable, sigue haciendo de las suyas y parece que el mundo entero depende de sus salidas de humo. Es increíble que los movimientos aéreos estén en manos de las expulsiones de cenizas del popular volcán... seguro que ya están pensando en organizar excursiones a sus inmediaciones, lo que sea para sacar tajada. Bueno, lo dejo porque sino me lio y me lio y no me centro.
Lo que os vengo a contar es algo que siempre me ha sacado de mis casillas y que responde en parte a esa predisposición que tenemos los seres humanos de presumir de algo que no tenemos, o más bien, de ser alguien que no somos. Para ir entrando en materia, os voy a poner un ejemplo que seguro lo habéis escuchado alguna vez. Una típica conversación entre dos madres de chicas adolescentes sobre un posible futuro yerno sería:
Pepita: Ese muchacho es muy trabajador, además está pendiente siempre de su madre y siempre lleva el dinero a casa.... Yo siempre lo veo en el bar y nunca se mete con nadie, no monta líos ni nada...
Margarita: Ya, ya si yo lo sé, y también se ve muy educado y eso...
Pepita: Tú tranquila, que si ese muchacho termina con tu Yoli, la cuidará mucho.
Margarita: Si pero... no sé... es que el muchacho tiene otra cultura y eso siempre termina mal...
Pepita: Eso no tiene porque influir... ¡No seas racista, Margarita!
Margarita: ¡Yo no soy racista.... pero yo no quiero que mi Yoli se case con un moro!
Así son las cosas aquí en España. Y me da mucho coraje porque he podido comprobar que en otros países esta forma de desprecio racial indirecto no está tan acusado o por lo menos no me ha dado esa impresión. Yo no soy racista, pero... yo no meto negros en el piso que estoy alquilando, pero yo no quiero que me limpie la casa una cubana vaya que me quite el marido, pero yo no meto a un moro a trabajar al bar que si no no viene nadie a comer, pero yo no quiero un hindú de compañero que son muy puercos... y así puedo estar hasta mañana.
El problema es que después vamos presumiendo de ser un gran país de integración, que ponemos muchos medios para que los extranjeros residentes se adapten estupendamente, pero a la hora de la verdad siempre hay... PEROS. Y luego están los medios de comunicación, que a la hora de informar sobre un acontecimiento violento, si se trata de un extranjero lo que más destacan es su nacionalidad, lo que falta es que lo pongan en negrita o con tinta roja.
Lo malo es que esta forma de pensar se está integrando tanto en la educación de los españoles que ya lo ven normal rechazar a alguien por su color de piel, su religión o su cultura, pero también se ve cada vez más todo lo contrario, y es que no se puede luchar contra algo que es inevitable, la entrada de miles de extranjeros por no decir millones cada año -el 12% de la población española es extranjera-. Lo malo que siempre quedarán las que digan: ¡A mi nunca me traigas a un negro a casa! Eh, Yoli?
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Voluntades incumplidas
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Hará cuestión de dos años que Dimitri Nabokov, hijo del célebre autor de esa inocente novela titulada 'Lolita', expresó su intención de publicar 'The original of Laura', una obra inconclusa cuya última voluntad del escritor nacido ruso para morir estadounidense no era otra que de ser destruida. Este encargo cayó en manos de la viuda del autor quien sin embargo optó por conservar los papeles que su difunto marido hubiese querido ver en la pira purificadora para evitar, entre otras cosas, que a más de uno le entraran ganas de sacar tajada de aquello. Y fíjese que años después su hijo, encargado del supuesto tesoro literario, decide sacarlos a la luz pública, decisión que no sabremos como le habrá sentado al pobre Vladimir en su tumba. Por un lado puede entenderse que textos como ése pueden llegar a tener un cierto interés cultural o como mínimo una alta estimación por parte de los interesados o estudiosos en la obra de Nabokov; no obstante, el deseo del escritor era que hubiesen desaparecido. Algunos dirán que si ése era su voluntad tendría que haberla hecho él mismo en vida, pero quizá la vanidad fue más fuerte, quizá más que la tentación de quienes aún con contraindicaciones han pensado en publicarlas.
Caso parecido ocurre con una de las novelas más destacadas de los últimos años en la que se vuelve a actuar contra las indicaciones establecidas por el autor. El autor chileno Roberto Bolaño, cuya muerte lo elevó a los más altos altares de las deidades literarias de Hispanoamérica, dejó dicho que las cinco partes en las que se dividen su novela '2666' fuese publicada de forma independiente con la intención de procurar a sus hijos una mayor rentabilidad económica con la novela. Pese a todo, la voluminosa novela la podemos encontrar hoy en la librerías de una sola tacada, quizá por el bien del conjunto de la obra, pero siempre en contra de los deseos de Bolaño. Y se podría citar otros muchos ejemplos en los que los firmantes de las obras dejan encargos que finalmente no se cumplen, por suerte o por desgracia.
Se tome como se tomen ambas posturas no cabe duda de que la cultura -concepto repelente donde los haya- no sobrevive por razones de necesidad humana sino porque existe un negocio en torno a ella. La reciente muerte hace un par de meses de Miguel Delibes ha hecho que sus títulos vuelvan a las posiciones privilegiadas de las librerías a pesar de que el que el escritor vallisoletano se pasó los últimos años de su vida alejado de toda actividad relacionada con la literatura; es decir, talento a parte, el inusitado interés de la industria del libro por el autor de 'El Hereje' no es meramente cultural, pero en eso consiste el negocio editorial y lo hacen legitamente. De Delibes, al menos de momento, no se conoce que se hayan incumplidos voluntades, de manera que yo voy a dejar la mía por escrito -sin ánimo de comparación-: que en caso de que los cielos me llamen (sea lo más tarde posible) estas apariciones mensuales desaparezcan de la red, aunque haya gente por ahí que preferirían que ni siquiera aparecieran, incluido un servidor.
De cómo tener lo que no se puede tener
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Seguro que bajo la llamada de este título he conseguido captar a muchos lectores que creerán encontrar en estas líneas una fórmula mágica para conseguir todo aquello que no podemos conseguir, problema éste que condensa la mayoría de las frustraciones y pesares humanos.
Son tiempos de esos. La gente anhela tener un trabajo o una hipoteca pagada o unas vacaciones cuando no se pueden. Se anhelan imposibles como entender a las mujeres o encontrar hombres que nos entiendan a nosotras; se llora por sueños como ganar un Goya cuando uno sólo ha hecho la función del barrio. He aquí pues mi primer consejo psicológico del mes: coherencia. Uno no puede vivir empeñado en cambiar el pasado ni tampoco el futuro, porque para tener lo que no se puede tener lo que hay que cambiar es a uno mismo. Me explico: para tener experiencias y aventuras exóticas que contar no hay que tener dinero para un billete de avión, hay que tener iniciativa para salir de casa con un plan baratito; para tener unos abdominales prietos hay que tener voluntad; para conquistar a esa persona no hay que ser un bellezón, hay que explotar lo mejor de nosotros mismos.
Si querían una fórmula, con eso basta. Podemos añadir un segundo consejo, que sería el realismo. Es mentira que las cosas son como son: las cosas son como vienen. Uno puede amar mucho a su parienta y eso es, pero una noche le vienen la mismísima Marlene Moreau e Ivonne Reyes con una botella de champagne y le proponen hacer un poco de deporte y… ¡¡¡Ahhh, amigo!!! Eso ha venido –y nadie sabe cómo ha sido-. Y uno puede hacer deporte con las muchachas, pero entonces ya sabrá que no puede tener más a la parienta. Las circunstancias más insospechadas se nos presentan un día y nos cambian la vida, así, sin avisar. Para estos casos lo mejor es dejarse hacer, ser realista y aceptar lo que nos ha venido y sus consecuencias.
A veces, el dolor y el placer van de la mano. Nos vemos disfrutando de imaginar cómo sería nuestra mansión y su piscina, con el realismo de fondo de nuestro pisito de 50 metros y, lo que es más, gozando inexplicablemente de la sensación de que no sea más que un sueño, como si al hacerlo realidad le viéramos a la finca las humedades y goteras que elimina la fantasía. La fantasía es nuestra, no hay escándalo ni culpa ni pecado ni imposible. Ahí sí se puede tener todo. Y gratis.
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