Voluntades incumplidas


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Hará cuestión de dos años que Dimitri Nabokov, hijo del célebre autor de esa inocente novela titulada 'Lolita', expresó su intención de publicar 'The original of Laura', una obra inconclusa cuya última voluntad del escritor nacido ruso para morir estadounidense no era otra que de ser destruida. Este encargo cayó en manos de la viuda del autor quien sin embargo optó por conservar los papeles que su difunto marido hubiese querido ver en la pira purificadora para evitar, entre otras cosas, que a más de uno le entraran ganas de sacar tajada de aquello. Y fíjese que años después su hijo, encargado del supuesto tesoro literario, decide sacarlos a la luz pública, decisión que no sabremos como le habrá sentado al pobre Vladimir en su tumba. Por un lado puede entenderse que textos como ése pueden llegar a tener un cierto interés cultural o como mínimo una alta estimación por parte de los interesados o estudiosos en la obra de Nabokov; no obstante, el deseo del escritor era que hubiesen desaparecido. Algunos dirán que si ése era su voluntad tendría que haberla hecho él mismo en vida, pero quizá la vanidad fue más fuerte, quizá más que la tentación de quienes aún con contraindicaciones han pensado en publicarlas.

Caso parecido ocurre con una de las novelas más destacadas de los últimos años en la que se vuelve a actuar contra las indicaciones establecidas por el autor. El autor chileno Roberto Bolaño, cuya muerte lo elevó a los más altos altares de las deidades literarias de Hispanoamérica, dejó dicho que las cinco partes en las que se dividen su novela '2666' fuese publicada de forma independiente con la intención de procurar a sus hijos una mayor rentabilidad económica con la novela. Pese a todo, la voluminosa novela la podemos encontrar hoy en la librerías de una sola tacada, quizá por el bien del conjunto de la obra, pero siempre en contra de los deseos de Bolaño. Y se podría citar otros muchos ejemplos en los que los firmantes de las obras dejan encargos que finalmente no se cumplen, por suerte o por desgracia.

Se tome como se tomen ambas posturas no cabe duda de que la cultura -concepto repelente donde los haya- no sobrevive por razones de necesidad humana sino porque existe un negocio en torno a ella. La reciente muerte hace un par de meses de Miguel Delibes ha hecho que sus títulos vuelvan a las posiciones privilegiadas de las librerías a pesar de que el que el escritor vallisoletano se pasó los últimos años de su vida alejado de toda actividad relacionada con la literatura; es decir, talento a parte, el inusitado interés de la industria del libro por el autor de 'El Hereje' no es meramente cultural, pero en eso consiste el negocio editorial y lo hacen legitamente. De Delibes, al menos de momento, no se conoce que se hayan incumplidos voluntades, de manera que yo voy a dejar la mía por escrito -sin ánimo de comparación-: que en caso de que los cielos me llamen (sea lo más tarde posible) estas apariciones mensuales desaparezcan de la red, aunque haya gente por ahí que preferirían que ni siquiera aparecieran, incluido un servidor.

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