Yo cerré los ojos y me tapé los oídos


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Debo reconocer que no soy muy aficionado a ir al cine. Los motivos no me faltan, ya sean monetarios o cuestiones de preferencia. Eso sí, en las contadas ocasiones en las que decido colarme en una de esas salas, el filme merece la pena. Bueno, salvo esa gran obra maestra 'La casa de cera'. Pero dejémonos de rodeos y vayamos al meollo de la denuncia de hoy. ¿Desde cuándo se va al cine a ver publicidad?

Hasta cuatro anuncios. Ahí estábamos todos, con nuestras palomitas y nuestras bebidas, expectantes de que la película comenzara. Con un cabreo que crecía por momentos y una gran indignación a cada segundo publicitario. No tengo nada contra la publicidad, pero sí contra los que quieren aprovecharse de mi. Sí, contra los peseteros.

He pagado una entrada de 7,50 euros -y después dicen que la Cultura no es cara- y encima tengo que 'tragarme' cuatro anuncios, no uno, ni dos, ni tres, hasta cuatro... 4... four... quatre... ¡Manda narices! Menudos sin vergüenzas.

Ver publicidad en el cine, es verla por cojones. Es imposible escapar de ella, de ellos... eso es lo que realmente me indigna. Qué aprovechen nuestro 'encarcelamiento' voluntario para 'metértela doblada', en fin, 'si no se van a mover de sus butacas'.

Qué os den. Yo cerré los ojos y me tapé los oídos, conmigo, no habéis podido.