De cómo mirar de frente


.

Entra uno a una farmacia y dice:
-Buenos días, ¿me da una caja de rfgjfkll-ivos?
-¿Perdone?
-Una caja de privjfkjft-ivos.
Mirada incomprensiva de la señorita. Y una semana sin dolores de cabeza porque lo que al final se lleva son unas bonitas –y efervescentes- aspirinas.

¿Cuántas veces nos ha pasado? ¿Cuántas malas cenas hemos tenido que aguantar por no tener el valor de decir 'este solomillo está crudo' o 'creo que el pez espada aún podría desenfundar, debería cocinármelo un poco más'? Ay, la asertividad. Y es que no es fácil, pero tenemos que ser capaces de mirar de frente, ahí, a los ojos del otro, sin más, sin bajar la mirada.

Si bien lo anterior eran sólo ejemplos, en esta nueva entrada de mi casi olvidada sección lo que intento es que aprendamos a mirar a los ojos a todo el mundo, sea para lo que sea: para reclamar, para comprar profilácticos, para explicar cómo nos sentimos, para pedir favores, información o para pedir perdón; para contar lo que nos ha pasado, para entrevistar, para saludar y en fin, para muchas situaciones de la vida diaria.

Veamos, la primera e inconsciente razón por la que no somos capaces de aguantar la mirada del otro es la vergüenza, porque nos sentimos intimidados frente a una imaginada superioridad del otro. Lo primero por tanto es eliminar esa sensación, aceptar nuestro propio punto de vista para no tener que desviarla: somos lo que somos, debemos aceptar nuestro rostro con sus gracias y sus defectos, no taparlo y presentarlo como nuestra mejor tarjeta. Levantar la cabeza. Para ello, un claro ejemplo: pongamos por caso que dos sujetos de sexo masculino se acercan a saludar a Nacho Vidal. Podríamos saber cuál de los dos es más parecido al él sólo con observar si se sienten o no intimidados. (Por supuesto nos decantaríamos por el que mantenga sus ojos clavados en los del actor).

¿Por qué si no hay periodistas incapaces de hacer televisión? El pánico a las cámaras existe y la única razón es la angustia que siente el sujeto ante la imposibilidad de retirar la mirada del objetivo si quiera para descansarla, la angustia de mostrarse tal y como uno es mirando a los ojos. Muchas personas acostumbradas a hablar en público se vienen abajo sin embargo al mirar sólo a un interlocutor.

Cuando miramos de frente pensamos que nos están juzgando, y eso no nos gusta. Pero además de aceptar que nuestra cara es la que es y punto, hay que aceptar la naturalidad de que nuestra mente construya casi automáticamente ideas sobre todo lo que ve. Y no pasa nada. De hecho, cuanto más capaces seamos de mostrar una mirada firme, más seguros pareceremos. La gente que desvía o baja la mirada miente u oculta, parece oscura, inferior y no inspira confianza.

Mantener un hilo imaginario entre nuestra pupila y la del otro nos ayudará a que nos tomen en serio e incluso a tomarnos más en serio a nosotros mismos. La mirada fija dice: 'Sí. Y qué pasa'. Se puede practicar esto mucho con la gente que no calla. Todos conocemos a uno –a una, generalmente- de estas. Prueben a pasar de lo que les está contando el sujeto –o sujeta, casi siempre- y concéntrese en mantener la mirada. Ya puede pasar detrás el famoso burro volando con Hugo Silva en pelotas montado encima, usted no quita la mirada de los ojos de quien le habla, porque está en juego el proceso para convertirse en alguien mucho más seguro de sí mismo y, por tanto, más feliz. Aunque tenga que perderse semejante momento.

2 Responses to “De cómo mirar de frente”

  1. Sandro Roquette says:

    Yo no me siento en el diván de ésta ni loco. Se me quedaría mirando fijamente...

  2. Aunque desviar la mirada también puede ser sinónimo de 'no me interesa tu conversación' o 'alrededor de mí hay algo más interesante'. Claro está, que no es lo mismo desviar la mirada que, por ejemplo, mirar al suelo.

    Yo por si acaso...