No hay quinta mala


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Desde la otra punta del bar, el depredador ha avistado a su presa. Es rubia, alta, con cintura de avispa y bebe cual camello sediento. Es la cuarta copa, y por como se le tuerce la boca al hablar, son de las generosas en alcohol. ¡Ni el camarero se ha podido resistir a ese escote! Ahora solo basta esperar unos minutos más, reflexiona el buitre con su entrepierna. A la quinta -y última- invito yo, acuerdan.

Mira el reloj, las 4:15 horas. Rebusca en la cartera: veinte euros y ni un puto preservativo. La cosa está más complicada, pero no auguremos una derrota. Al fin y al cabo, mientras más beba más fácil será llevarla -o que me lleve- al huerto, con o sin protección. ¡Además, me aprietan!, le grita su soldadito en mitad de la pista.

Es el momento de pasar a la acción, de abrirse camino entre la muchedumbre y sacar sus dotes de Don Juan. 'Esta noche mojamos, prenda', le anima.

Historias como estas se repiten cada fin de semana en las miles de discotecas de toda España, es ley de vida, podríamos decir. Y más de una verdad, por desgracia, se encierran en mis palabras. Sexo y alcohol -o alcohol y sexo, como prefieran- guardan una estrecha relación más allá de cualquier machista impresión.

Así lo demuestra un informe realizado por el Círculo de Estudio en Anticoncepción que refleja que una de cada tres jóvenes españolas ha practicado alguna vez sexo sin utilizar ningún método anticonceptivo. El 30% de ellas aseguran que antes había consumido alcohol, factor que reconocen les influyó en que no empleasen 'gomita'.

Para más datos, seis de cada diez mujeres de entre 18 y 29 años considera que el consumo de estas bebidas elimina las barreras para practicar sexo. ¡Llega a ser casi imposible callar los gritos vaginales bañados en ron!, podría haber confesado una de las tres mil participantes en la prueba.

Parece mentira que a día de hoy aún tengan que recomendarnos el uso de anticonceptivos, al parecer, puede más el instinto animal que la sensatez. Por si acaso primo, échate un condón en la cartera siempre que salgas de casa. Nunca se sabe.

PD. En cuanto al protagonista de nuestra historia, él y su entrepierna dieron a parar con la única chica del bar que beber le da sueño. Bueno, ahora que lo pienso, hay más de una.