El año que viene por estas fechas más de uno nos tendremos que enfundar el traje y la corbata para asistir al bautizo de Pablito -que sea por lo civil o por el rito religioso dependerá de cada caso (aunque ya hablaremos de los bautizos civiles en otra ocasión)-. Pablito es el resultado de una noche loca, de la lujuria y la pasión desenfrenada, de un beso retransmitido en directo y de un gol ganador anotado en tiempo de prórroga. Y es que la noche del 11 de julio de 2010 trastocó la vida de algunas parejas españolas que se dejaron llevar por la alegría del momento.
Todo empieza cuando a un cefalópodo inglés residente en un acuario germano le dan a elegir en la hora del almuerzo entre dos mejillones presentados en sendas urnas ataviadas con las banderas correspondientes a los países que tendrán que enfrentarse en el Mundial de fútbol. Y resulta que Paul, que es como se llama nuestro invertebrado amigo, siempre (o casi siempre) le da por elegir la urna de la nación que resultará vencedora de los choques deportivos de esa misma jornada. Después de todo eso llegará la victoria de España frente a Holanda con aquel ya memorable gol de Andrés Iniesta con la consiguiente algarabía de la 'Furia Roja' por todo el territorio español (incluidos territorios conflictivos pese a manifestaciones en días anteriores por delicados motivos políticos). Lo que ocurre a partir de ese momento ya se lo pueden imaginar: Pepe como loco corriendo por toda la casa enfundado en su camiseta de España y Pepa asomada al balcón observando la que se lía por las calles porque un grupo de compatriotas suyos en la otra parte del mundo se han proclamado vencedores de algo que ella presupone debe ser importante.
Pepa, harta del jaleo callejero, se sienta frente al televisor junto a su emocionado Pepe a observar el devenir de la celebración hasta que llega el momento clave, ese instante que ha desbancado a Leonardo DiCaprio y a Kate Winslet como los reyes de la escena romántica cuando Iker Casillas le estampa los morros a una descolocada Sara Carbonero. Y claro, Pepa que se pone tonta con el sublime momento, mira a su Pepe y le dice que eso es lo que él tenía que hacer con ella y dedicarle menos tiempo al fútbol. Aquí, Pepe, macho ibérico con la moral por las nubes por ser campeón mundial, agarra a Pepa y se la lleva a la habitación con el previsible desenlace que todos pueden imaginar y que obviaremos por la intimidad de los padres de Pablito. Semanas después, Pepa visitará al ginecólogo quien le dará la noticia de su evidente embarazo. Pepe, por su parte, alegará en su defensa que su gol fue en fuera de juego, pero el árbitro del partido denegará su alegación y Pablito podrá venir al mundo en el tiempo estimado por la madre naturaleza. Pepe, que prometió no comer pulpo en agradecimiento al adivino animal, propondrá a Pepa bautizar al niño con el nombre de Andrés en reconocimiento al autor del gol español en Sudáfrica y, aprovechando el tirón, en honor de su propio padre; sin embargo, Pepa se negará en rotundo a poner a la criatura el nombre de su suegro y decidirá que el niño se llamará Pablo para que Pepe tenga al pulpo siempre presente y, antes de repetir la hazaña, se lo piense dos veces la próxima vez.
Pero este es tan sólo un ejemplo tipo de los muchos casos que tendrán como resultado el nacimiento de una multitud de 'pablitos' y sus consiguientes bautizos, de la misma manera que dentro de dos o tres años muchos tendremos que asistir a la comunión de algunas 'chenoitas' y 'davides' cuando se cumplen (quien lo diría) una década de la primera aparición de los triunfitos musicales. Ahora llega el turno de los triunfitos futbolísticos, no sabemos de qué se tratará la próxima vez, pero tengan cuidado.
El 'baby boom' de los Pablitos
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verbis@marcandoelcontrapunto.es
Qué sabias palabras, señor Roquette. Y es que ¡qué mejor forma de celebración! A mi no se me ocurre otra, bueno, eso sí, con gomita.
Comienza pues, la era de los Pablitos...