Marcando el contrapunto

La justicia en este país es de risa, y perdónenme por la expresión aquellos que aún siguen creyendo en ella. La larga lista de casos que refutan esta hipótesis crece día a día ante la mirada impotente del que se sabe tener los brazos maniatados. Nadie mueve ficha. ¿En qué están pensando? Reducción de la condena, salidas a golpe de talonario o las políticas de tercer grado, todo vale cuando hablamos de asesinos, estafadores o violadores. Y las víctimas ¿qué?

Las movilizaciones a raíz del caso Marta del Castillo buscan ansiosamente el necesario endurecimiento de las condenas, y es que es de vital importancia que la ciudadanía se conciencie de lo que supondría desperdiciar toda una vida entre rejas. Eso de: “mañana ya estará en la calle”, debe pasar al olvido. Y si dicen que la justicia no anda nada bien, el tema de los menores es, sin lugar a dudas, el gran reto.

Si ya nos cuesta trabajo entender las atrocidades que el ser humano es capaz de hacer, más nos sorprende cuando éstas son protagonizadas por menores, es cuando nos llevamos las manos a la cabeza y más de uno ponemos el grito en el cielo. ¡En qué país de locos vivimos! Sin explicación alguna, sin sentido racional y dejando al descubierto los oscuros y siniestros fondos del hombre. ¿Y a esto le llaman evolución?

Hoy los medios de comunicación se han hecho eco del dramático episodio vivido por una joven cordobesa que supuestamente ha sido violada por un panda de gamberros –es el calificativo más light que he encontrado-. Con una edad comprendida entre los 13 y los 22 años, este grupo de sin vergüenzas amenazaron a la muchacha con difundir cierta información a sus padres sobre una antigua relación que mantuvo con uno de los implicados, una coacción que le sirvió para amedrentar a la joven y aprovecharse de ella. Menudos canallas.

Pues bien, tras las pertinentes denuncias, declaraciones y demás, la justicia ya ha tomado cartas en el asunto. Prisión preventiva para el joven de 22 años e internamiento en un centro de menores para el resto, salvo un chico que sufría una minusvalía psíquica y un joven de 13 años cuya edad se esfuma de las leyes. Manda narices. ¿Es que acaso al treceañero le tembló la mano al bajarse la bragueta?

This entry was posted on jueves, 16 de julio de 2009 and is filed under Sociedad. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can skip to the end and leave a response.