Llega a ser una sensación inexplicable, sientes hervir la sangre, aprietas los dientes y cierras los puños, el mundo se enfrenta contra ti y te ves obligado a luchar contra un torrente de ideas contrarias, opiniones fuera de lugar y malas caras. No, no me rendiré, le pese a quien le pese, hoy no me callarán. Hay veces que los motivos se ciñen a pequeños detalles familiares: una riña, una broma con doble sentido o los tan corrientes malentendidos; sin embargo, en otras ocasiones el problema trasciende de un pequeño reducto para convertirse en una verdadera lucha social, una pelea que, sin flaquear, terminaremos ganando, de eso no cabe duda.
La lucha de la mujer por la igualdad continúa sufriendo sus principales estragos en los países subdesarrollados, un declive que en gran parte viene marcado por las costumbres y la religión de sociedades que parecen haberse olvidado de poner primera y marchar hacia adelante. Cuesta trabajo leer barbaridades como las aparecidas hoy en prensa, incluso llegas a desconfiar de su veracidad, pero señores, tristemente, así son. ¡En qué mundo vivimos para que las autoridades lleguen a permitir que una mujer sea condenada a 40 latigazos por el simple hecho de acudir a una fiesta en pantalones! Manda narices.
Lubna Hussein, una ex periodista sudanesa que trabaja para Naciones Unidas, se enfrenta desde hoy a uno de los juicios más surrealistas, según mi punto de vista. Acusada de llevar una ropa indecente, la profesional se mantiene firme en su inocencia y rehusa de solicitar la inmunidad legal por trabajar para la organización, una decisión valiente y rotunda para luchar contra ese huracán de ancestral y arcaica moralidad al que se enfreta. A contracorriente frente a la sociedad, la periodista asegura que "la ley está siendo utilizada para abusar de nosotras", una complicada situación que no está dispuesta a permitir tras la multitud de casos de mujeres que se han visto sometidas a estas condenas. Y parece que no queda de otra ante las 'mocheras' de centimetro y medio. Luchar, luchar y no rendirse nunca.
Los tejanos de la discordia
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Aunque pensándolo bien señores, no hace falta irse tan lejos para horrorizarse con las acciones de más de un déspota. La pasada madrugada falleció una mujer a manos de su marido cuatro números por debajo de mi casa. Él terminó suicidándose.
¡No puede ser! ¿Lo que te mandé fue en tu mismo bloque? ¡Qué fuerte!